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Feijoo y Montenegro, B.G., 1751. Cartas eruditas, y curiosas, en que por la mayor parte se continua el designio de el Theatro Critico, 2nd ed. Carta 3: Sobre el Rinoceronte, y Unicornio. Es respuesta a una anónima. Madrid, Herederos de Francisco del Hierro vol. 3

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Location: Captive
Subject: Captivity - Before 1800
Species: Indian Rhino


Original text on this topic:
Rhinoceros in Brussels in 1743.
Text in original:
http://filosofia.org/bjf/bjfc303.htm
1. Muy Señor mío: Aunque habiendo V... ocultado en la suya, sin que yo pueda adivinar el motivo, no sólo la persona, mas también el lugar de donde escribe, es preciso que yo ignore a quién, y a dónde debo dirigir la respuesta. No me quita esto la esperanza de que llegue a sus manos; porque estando yo en ánimo de estamparla en mi segundo Tomo de Cartas, y viendo por la de V... que es aficionado a mis Escritos, puedo suponer, que deseará ver esta nueva producción mía, y por consiguiente en ella se verá respondido. Réstame empero, por aquella omisión, la duda del tratamiento que debo dar a V... Veo [22] en la Carta señas de ser por lo menos Señoría, pero que no desdicen de que sea Excelencia; ¿y qué sé yo si Alteza? Así me resuelvo a dejar lo del tratamiento de blanco, para que V... coloque el que le corresponde.

2. Díceme V... por vía de impugnación a lo que en el segundo Tomo del Teatro, disc. 2., escribí del Unicornio, que los Autores Naturalistas, que han escrito que no hay Rinocerontes, Unicornios terrestres, han estado en un error, lo que se prueba con un Rinoceronte, que se trajo vivo a Bruselas en el mes de Junio del presente año de 1743, el cual añade V... que su ayuda de Cámara, que se hallaba a la sazón en Bruselas, tuvo la curiosidad de ver como puesto en espectáculo a toda la Ciudad. La relación del Ayuda de Cámara, copiada por V... contiene lo siguiente: «Esta bestia no tiene más de cuatro años, y pesa tres mil quinientas libras; pero no ha crecido todavía lo que ha de crecer. Tiene un cuerno debajo de los ojos, el cual, aún no tiene más que un pie de largo, por razón de ser todavía cachorro; pero con el tiempo será de una vara como otros. Estos animales viven cien años. Comen todos los días cincuenta libras de heno, y veinticinco de pan, y beben catorce cubos de agua. Es tan alto como un buey de Frisia; y aunque tiene las piernas muy cortas, dicen, que corre más que un caballo. El pellejo no tiene pelo, pero está cubierto de una especie de pequeñas conchas. Tiene la cabeza como de ternera, pero mucho mayor. Está siempre el Rinoceronte ocupado en amolar su cuerno, por instinto natural, para defenderse de los Elefantes, que son sus mayores enemigos. Dicen que el Rey de Francia le quiere comprar para tenerle en Versalles.» Hasta aquí la relación, sobre la cual, y sobre lo que V... supone en ella, tengo que hacer uno, u otro reparo.

3. Entra V... suponiendo, que los Rinocerontes son los mismos que se llaman Unicornios terrestres. Es verdad que hay Autores que los confunden; pero los más, y mejores los distinguen, ya por la estatura, dando mucho mayor [23] corpulencia al Rinoceronte; ya por el sitio del cuerno, el cual en el Unicornio sale de la frente, y en el Rinoceronte de la nariz; ya por el tamaño de él, suponen de mucha mayor longitud en el Unicornio que en el Rinoceronte; ya por la piel, que es pelosa en el Unicornio, y no en el Rinoceronte. También es común distinguirlos por el capítulo de la virtud alevifármaca, que conceden al cuerno del Unicornio, y niegan al del Rinoceronte.

4. Supuesta la distinción dicha, es claro, que la descripción hecha por el Ayuda de Cámara no cuadra al Unicornio, sí sólo al Rinoceronte; ya porque tiene el cuerno, no en la frente, o sobre los ojos, sino debajo de ellos, y por consiguiente en la nariz; ya por su pequeñez: pues aunque en la relación se pretende, que en llegando a su mayor incremento, será largo una vara, esto se me hace enteramente inverisímil, no teniendo ahora más que un pie, cuando ya la bestia es de tan gran corpulencia que pesa tres mil quinientas libras, pues un tercio más que creciese, el más agigantado Elefante no le igualaría; y comúnmente se le atribuye al Rinoceronte algo menor estatura que al Elefante, aunque algunos pretenden que sea igual. Y a la verdad, aún dudo que el mayor Elefante exceda el peso de tres mil quinientas libras. Finalmente, persuade que el de Bruselas es Rinoceronte, la piel cubierta, como dice la relación, con una especie de pequeñas conchas; lo que coincide con lo que dice Gesnero de un Rinoceronte, que en su tiempo se trajo a Portugal, cuya piel estaba llena de costras escamosas: Idem testantur, qui nostro saeculo belluam in Lusitania viderunt: pellem enim habere praedensam aiunt, ceu crustis quibusdam squamatim contextam (Gesner. in Rhinocer.)

5. Lo que añade el Ayuda de Cámara, que esa fiera está siempre ocupada en amolar el cuerno, por natural instinto, para defenderse de los Elefantes, juzgo inverisímil. Lo que dicen Plinio, Solino, Eliano, y otros Naturalistas es, que afila el cuerno cuando se prepara para pelear con el Elefante: Cornu ad saxa limato praeparat se pugna (Plin. [24] lib. 8. cap. 20.) Sea esto así, lo que acaso nadie vió, pero ¿no se viene a los ojos, que si estuviese afilando siempre el cuerno le gastaría enteramente, y en vez de preparar la única arma que tiene para la pelea se desarmaría del todo? Supongo que algunos de tantos noveleros, como concurrieron a ver la fiera, se lo dijo el Ayuda de Cámara, y éste por falta de reflexión lo creyó.

6. También hallo alguna dificultad en el enorme peso de tres mil quinientas libras. Ya arriba dije, que acaso el mayor Elefante no pesa más. Pero permitamos, que éste arribe al peso de cuatro mil, que son ciento sesenta arrobas. Si la bestia de Bruselas, siendo aún cachorro, como sienta la relación, pesa tres mil quinientas, cuando crezca todo lo que puede crecer pesará cinco, o seis mil, o más: con que será mucho mayor que el mayor Elefante, lo que no pienso haya dicho algún Naturalista.

7. Convengo en que nada de esto quita que la relación sea verdadera en lo substancial, y como tal la admito, haciendo la distinción que se debe entre lo que al referente informaron sus ojos, y las noticias que adquirió por los oídos. Es justo que a él creamos lo primero, aunque él incautamente haya creído lo segundo. Pero supuesta como verdadera la relación, lo que ella nos presenta no es la bestia a quien particularmente damos el nombre de Unicornio, sino la que con nombre específico se llama Rinoceronte.

8. A quien particularmente, digo, damos el nombre de Unicornio; porque tomada esta voz genéricamente, y según toda la amplitud de su significación, también es adaptable, no sólo al Rinoceronte, mas también a otras algunas bestias que sólo tienen un cuerno, como son el Asno Indico, la Rupicapra Oriental, la llamada Origes, y otras. Hasta siete especies de brutos unicornes cuenta Jacobo Delechamp en su Comentario de Plinio. Sobre lo que acaso no hizo reflexión el doctísimo Autor de la Bibliografía Crítica, cuando pensó exhibir contra mí una prueba concluyente de la existencia del Unicornio terrestre con la especie, que trae nuestro Calmet en su Diccionario Bíblico, [25] de ciertos Jesuitas Portugueses que vieron, y sustentaron Unicornios en la Etiopía: Quin & PP. Iesuitae Lusitani, & vidisse se, & aluisse in Aethiopia Unicornes testantur: pues para salvar la verdad de esta noticia no es menester, que aquéllos fuesen los que particularmente, y específicamente están en posesión de este nombre, pudiendo entenderse la voz como genérica de cualquiera de las muchas bestias, que no tienen más que un cuerno. Y que aquel grande Expositor la tomó en este sentido, se colige con evidencia de dos cosas: la una, que en la cláusula inmediata antecedente, a que es relativa la conjunción quin et, &c. No habla del Unicornio propiamente tal, y que posee este nombre como específico, sino del Rinoceronte: Cosmas Monachus Aegyptius ita Rhinocerontem describit, quasi notissima esset in Aethiopia bellua. Quin et, &c. La otra, la duda que en la misma parte muestra en orden a la existencia del Unicornio: Ex his plane, quae hucusque narrata sunt, satis intelligimus ea, quae de Unicornibus in Itinerariis narrantur, vel fabellas esse meras vel plura, ac varia belluarum genera unum, idemque reputari. ¿Cómo pudiera quedar dudoso en orden a la existencia del Unicornio propiamente tal, si de él entendiese la noticia que dan unos testigos tan calificados?

9. La confusión de los Autores, que nota Calmet en el citado pasaje, es ciertamente tan grande, que apenas sobre otro algún punto de Historia Natural se hallará mayor, ni acaso igual; pues debajo de un mismo nombre nos proponen animales de diferentes figuras, y tamaños, extendiendo asimismo esta diversidad a los cuernos de que están armados. Con todo, la mayor, y mejor parte de ellos está convenida en distinguir el Rinoceronte del Unicornio, ya por la mayor corpulencia de aquél, ya porque el cuerno del Rinoceronte nace de la nariz, y es breve como de pie y medio, y recorvo hacia arriba: el del Unicornio largo, recto, y sale de la frente.

10. La perplejidad, que con las varias descripciones inducen los Naturalistas, se aumenta, o se confirma con [26] la inspección de los cuernos, entre sí diversísimos, que se muestran en varios gabinetes, y todos con el título de ser de Unicornios. Aunque a la verdad, la duda que se funda en esta diversidad, se pudiera allanar con un pensamiento que me ha ocurrido; y es, que verisímilmente esos cuernos, o algunos de ellos no son naturales, sino monstruosos. Como la naturaleza dentro de la clase de los animales, en orden a los miembros, se aparte muchas veces de las reglas comunes, dando a tal, o tal miembro una configuración, y magnitud muy distinta de la ordinaria: ¿por qué no podrá en brutos de una misma especie producir cuernos muy distintos en tamaños, y figura?

11. En conclusión, yo me mantengo en la incertidumbre, que manifesté en el lugar citado arriba del Teatro Crítico, sobre la existencia de bestia particular de las circunstancias que allí señaló en el num. 13. Y en cuanto a la virtud elexifármica universal, que atribuyen a aquel cuerno, no quedo en la misma indiferencia, antes resueltamente la juzgo fabulosa. También en el uso, y manifestación de esta virtud discrepan los Autores. Unos dicen, que disipa la cualidad venenosa, infundiéndose en el licor inficionado de ella, o echando el licor en un vaso hecho de él: otros que sudando demuestra el veneno que se pone a su vista. Y ya no faltan quienes también refieran esta maravilla del cuerno del Rinoceronte. Herbelot en su Biblioteca Oriental, v. Kerkedan (esto es el nombre que los Persas dan al Rinoceronte) dice, que los Reyes de la India tienen en sus mesas el cuerno de este animal, porque con su sudor se descubre cualquier veneno que pongan en ellas: Car elle sue al`aproche de quelque venin que ce soit. Crealo quien quisiere, que yo creo en Dios, a quien suplico guarde a V.. muchos años.

NOTA. No disimularé al Lector, que temo mucho que la noticia, que recibí del Rinoceronte de Bruselas, sea ficción de algún ocioso. Así de mi dictamen debe suspender el asenso, hasta que se le confirme por otra parte.

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